La estrecha, larga y empinada Rúa de Caramoniña, que se desarrolla entre el alto muro de piedra del Parque de Santo Domingo de Bonaval y los muros y fachadas arruinadas de las casas y propiedades que configuran el otro lado de la calle, ofrece una secuencia de espacios de grandísimo valor ambiental. De igual modo la estructura de bancadas que se desarrolla en las traseras de las casas acentúa la marcada topografía del lugar con un rico y variado trazado.
En este lugar se hace realidad por medio de elementos claramente reconocibles, la compleja traba de la ciudad y el campo, el permanente diálogo de las grandes estructuras con agrupaciones de caserío de menor escala y las configuraciones de rueiros que liberan grandes extensiones de terreno que penetran la ciudad con espacios verdes.
En este sentido, esta parcela es un residuo auténtico de todo ello, que no fue nunca edificada y podría decirse que pertenece al ámbito de respecto que el Parque de Bonaval se había autoconcedido.